Podemos desde la historia, per Carlos Barros

Puerta del Sol, Imatge de http://www.bbc.com/
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Carlos Barros, historiador, Universidad de Santiago de Compostela. Coordinador de Historia a Debate-Historia Inmediata

Article de Historia Inmediata censurat pel diari diario El País (24 de febrer de 2015) en plena campanya mediàtica contra el partit emergent.

Es innegable la sorpresa, el desconcierto y las improvisadas reacciones que provoca la irrupción de Podemos, fuera de los medios sociales e digitales que le dan vida, y su continuado ascenso en los sondeos de opinión. La razón es que no acaba de comprenderse, en mi opinión, que es más consecuencia que causa. Es como si se mirara el dedo y no lo que señala: los cambios -para nada coyunturales- económicos y sociales, de mentalidad y actitud política que está experimentando la España del siglo XXI.

Visto en perspectiva histórica destacaríamos al respecto dos novedades interrelacionadas: la metamorfosis de un movimiento social en fuerza política y la fractura creciente del pacto social y territorial surgido en la transición a la democracia 1977-1981.

El 15M es el único de los movimientos indignados que, entre 2011 y 2014, desde Túnez a São Paulo pasando por Lisboa, Madrid, Grecia, New York y México, ha desembocado netamente en un partido político ex novo, espoleado por la crisis de la democracia española como sistema de representación y gobierno. Orígenes que explican dos peculiaridades de Podemos que lo distinguen de los restantes partidos y definen como un movimiento socio-político: democracia digital y participación directa de la sociedad en sus dinámicas internas y externas. La figura abierta del inscrito (349.500 en este momento, febrero de 2015) va más allá de los simpatizantes tradicionales: tienen la última palabra tanto sobre la elección de dirigentes como de programas, alianzas y otras decisiones políticas de calado… por encima de los militantes y los órganos de dirección. El entrelazamiento de la acción política -pronto desde las instituciones- y electoral con la movilización en la calle, como se demostró el pasado 31 de enero de 2015 reproduciendo en solitario las grandes manifestaciones en Madrid del 15M en 2011, 2012 y 2013, combinando mitin político con manifestación-concentración Cibeles-Sol.

Esta doble dimensión de Podemos como sujeto político y sujeto social aclara porqué las descalificaciones y los ataques personales a sus máximos dirigentes no parecen que estar afectando a las encuestas electorales, ni a su capacidad de movilización social.

¿Por qué no surgió algo como Podemos (Syriza existe desde 2004) en otros países europeos tanto o más golpeados que España por la crisis y las políticas de austeridad, dónde hubo también grandes movimientos indignados?

Lo específicamente español es, pues, la yuxtaposición de la crisis económica con el agotamiento del modelo de democracia (bipartidista) imperante en los últimos 30 años, y el distanciamiento generacional con una transición limitada en su tiempo por el Ejército y los aparatos represivos del franquismo, con su correlato inhibidor del alcance de los movimientos sociales de los años 70 pro-ruptura democrática.  Hace muchos años que tales obstáculos han dejado de existir, y las preciadas libertades conquistadas entonces permitieron, a partir de 2011, expresarse masivamente en la calle -y después en las urnas- a la generación española del milenio, nacida en democracia al grito de “le llaman democracia y no lo es”, contra los defectos y carencias de origen que han facilitado políticas que nos llevaron al desempleo masivo y un notable deterioro de la economía y el Estado de Bienestar que florecieron, después de la dictadura, pese a las secuelas de una transición imperfecta hoy rechazada por una juventud universitaria precaria, los parados, la clase media empobrecida y las víctimas del franquismo y sus descendiente.

Esta quiebra del consenso social que siguió al consenso político de la transición ha tenido, por ahora, cuatro momentos clave.

La brecha más remota es la excavación en 2000 de la primera fosa de desaparecidos de la Guerra Civil en El Bierzo por obra de la generación de sus nietos, que dio comienzo a un proceso inacabado de recuperación de la memoria histórica que hizo trizas el acuerdo no escrito de la transición de no pedir ni rendir cuentas por la represión franquista. La ONU sigue exigiendo a España justicia, verdad y reparación para las víctimas, sin grandes resultados. Asignatura pendiente que volverá, probablemente, al primer plano después de las elecciones de diciembre de 2015.

El 15 de mayo de 2011 tuvo lugar la primera manifestación de los indignados. Un año después de la decisión del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de aceptar el diktat alemán y europeo que situó el pago de la deuda como primera obligación al margen de sus efectos destructivos tanto sociales como económicos. Repetidamente subestimado y ridiculizado por partidos y medios de comunicación, el nuevo movimiento social continuó año tras año transmutando de formas y contenidos, acciones y focos de iniciativa, gracias justamente a su carácter espontáneo y escasa “organización”. Un 70-80 % de los españoles le mostraron primero su simpatía, asumiendo masivamente -en una segunda fase- un sentimiento transversal de indignación que no cesa. El contagio indignado al conjunto de la sociedad es, sin lugar a dudas, el primer gran éxito del histórico 15M.

El 11 de setiembre de 2012 se inicia en Cataluña un movimiento social inédito en favor de la independencia, al que posteriormente se unieron los partidos nacionalistas. Coincide con los anteriores movimientos sociales en cuestionar los acuerdos de cúpula durante la transición, y con el 15M en responder de alguna manera al telón de fondo de una crisis económica que no se entiende, ni se puede resolver, sin considerar su dimensión social y política, es decir, global. El deseo activo de una parte considerable de la sociedad catalana de separarse de España, entraña una tercera fisura del pacto social de la transición. Grave rotura en el ámbito territorial, difícilmente reversible sin una o varias votaciones específicas, desde el instante mismo en que participan de la disidencia las instituciones representativas de Cataluña derivadas de la Constitución de 1978.

La cuarta clave (que viene de llave) es el exitoso salto a la política de los indignados en las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014. El 15M no estaba muerto, estaba madurando. Se presentaron varias opciones electorales de filiación indignada, y obtuvo su confianza Podemos, fundada por jóvenes profesores de Ciencia Política de la Universidad Complutense, cuyo mayor y ulterior logro ha sido transformar un movimiento asambleario y digital en una fuerza política que habla con una sola voz al tiempo que mantiene la democracia directa, desmintiendo, una vez más, las aproximaciones superficiales a los indignados como un fenómeno anecdótico, pasajero, no histórico.

Podemos viene hablando de promover el “cambio político” aprovechando las transcendentales citas electorales de 2015, buscando por tanto pasar de consecuencia a causa, de la protesta al Gobierno. Ambición legítima, para muchos necesaria y para otros “peligrosa”, cuya consecución depende, y mucho, de lo que puedan hacer o dejar de hacer paralelamente los restantes sujetos políticos, viejos y nuevos, en relación a los cambios de fondo que trastornan y conmueven la sociedad española en esta hora de globalización y crisis.

¿Se están planteando otros dar solución al desfase social creciente con las instituciones españolas emanadas de la transición y los gobiernos pro-austeridad?

El Partido Popular tiene una posición clara: oposición radical a cualquier cambio de política económica que no autorice o promueva Alemania, a reformar la carta magna, a introducir formas más participativas de hacer política, etc.

El PSOE se debate entre el ser y el no ser, entre la nostalgia por el bipartidismo perdido y una reforma de la Constitución  que anule el artículo 135, mejore la calidad de nuestra democracia y regule un nuevo Estado federal, según enunció no hace mucho Pedro Sánchez (veremos si persevera y le dejan…).

De no ser así, si nuestra tesis de fondo histórico es acertada, Podemos tendría el camino libre para consolidar el primer puesto que le dan ya algunas encuestas, gobernar España con el apoyo de IU e izquierdas nacionalistas, a fin de reforzar internacionalmente los esfuerzos de Grecia y otros países por mudar las políticas de austeridad por crecimiento en Europa, insuflando simultáneamente nuevos bríos a la democracia que tanto nos costó conquistar hace 40 años.

Per citar l’article: Barros, C .(2016). Podemos desde la historia. Catxipanda, (2)Recuperat (data de visualització), a http://wpu.ir/dzvti

 

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