Decir Basta: Huelgas de Mujeres en la historia, por Soledad Bengoechea

Download PDF

Soledad Bengoechea, historiadora, miembro del Grupo de Investigación: “Treball, Institucions i Gènere” de la UB.

El inmenso protagonismo de las mujeres en la historia de las revoluciones ha sido invisibilizado por gran parte de la historiografía, pero su papel es innegable. Fueron las mujeres quienes dieron el puntapié inicial a la Revolución Francesa, en 1789, con una marcha por el pan sobre Versalles. Sin embargo, aquella importante revolución, una revolución burguesa, no otorgó a las mujeres los mismos derechos que a los hombres. Las primeras pensadoras feministas denunciaron los límites del proyecto de la Ilustración. La “libertad” y la “fraternidad” no se aplicaban para las mujeres, ni para los trabajadores; los “derechos del hombre” eran “los derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta”, como señaló Marx en su obra Sobre la cuestión judía

Si revisáramos la historia de las huelgas veríamos desvanecerse peligrosamente el imaginario que con frecuencia las rodea: un aguerrido grupo de varones parando la producción en el espacio de trabajo para obtener mejores salarios y condiciones de trabajo. Muchas huelgas se articularon en torno a elementos que rodeaban la vida de la clase trabajadora que no concernían directamente a la producción; aspectos como la salubridad, la vivienda, la carestía y falta de acceso a los alimentos, y aún a otros como la seguridad frente a la violencia sexual, las garantías de aborto y embarazo, el acceso a la salud, la posibilidad de lactar, la dignidad de quienes no son reconocidos como “trabajadores”, el salario para el trabajo doméstico, las amenazas bélicas o el acceso al espacio o a infraestructuras claves como una carretera o el tendido de agua han ocupado un lugar significativo en las movilizaciones de la clase obrera.

Todas estas cuestiones han articulado incontables huelgas, más de las que imaginamos. Podemos seguir con los cuestionamientos. Buena parte de los paros no se han producido en los espacios laborales sino por fuera, en los barrios, en las calles de las ciudades o por las carreteras que unen comunidades.

Partiendo de esta premisa, aproximémonos entonces, en términos visuales, a algunas huelgas que han marcado un hito en la historia, para ver qué arroja esta mirada.

La primera huelga de mujeres de la que tenemos noticia es de una huelga de sexo. En la obra Lisístrata, de Aristófanes, situada en la antigua Grecia, podemos encontrar uno de los antecedentes  de la lucha de las mujeres. La protagonista, Lisístrata, encabeza una huelga sexual contra los maridos para poner fin a la guerra del Peloponeso. ¡Si sigue la guerra no hay sexo! Esa era la consigna. 

Lisístrata, representada por primera vez en 411 a. C., se ha convertido en un símbolo del esfuerzo organizado y pacífico a favor de la paz. Por ello, se usó el nombre para el Lysistrata project (Proyecto Lisístrata), acto teatral que se efectuó el 3 de marzo de 2003 de manera simultánea en más de 42 países en favor de la paz.

8 de Marzo

Vamos a tratar ahora de algo bien conocido a partir de una pregunta ¿Por qué el Día Internacional de la Mujer se celebra el 8 de marzo? La respuesta es sencilla: a partir de una tragedia.

Que el Día Internacional de la Mujer se celebra el 8 de marzo viene a nuestra memoria cada vez que se acercan estas fechas y que es una jornada para visualizar la desigualdad entre hombres y mujeres también. Sin embargo, pocos saben que se decidió que fuera en esta fecha y no en otra para honrar la memoria de aquellas que lucharon por los derechos de todas. El 8 de marzo de dos años diferentes tuvieron lugar dos huelgas que marcaron la historia y la segunda acabó con 120 mujeres muertas devoradas por las llamas de la fábrica en la que trabajaban y en la que las habían encerrado.

En 1910, se celebró en Copenhague la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas con el objetivo de promover la igualdad de derechos de las mujeres, incluido el del sufragio universal. Fue en esa conferencia, a la que asistieron más de 100 mujeres de 17 países distintos, donde se propuso y aprobó por unanimidad que se celebrara el Día de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo, a petición de Clara Zetkin, una destacada activista alemana. Así, se celebró por primera vez el 8 de marzo de 1911.

¿Por qué se eligió el 8 de marzo?:

En 1857 y en 1908 se produjeron dos huelgas que pasaron a la historia de la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres. La historiografía más extendida afirma que ambos sucesos ocurrieron el mismo día de años distintos, aunque no se sabe a ciencia cierta si ambos coincidieron en 8 de marzo.

1.- Huelga de trabajadoras textiles de Nueva York el 8 de marzo de 1857. Por aquella época, la enorme mayoría de los trabajadores en la industria textil eran mujeres. En esos años, las jornadas laborales eran agotadoras, de más de 12 horas diarias y con un salario miserable. Eran salarios muy bajos para los hombres, pero mucho más para las mujeres, que percibían un 60 o 70% menos dinero que los hombres.

Por estas razones, y sumando las pésimas condiciones de trabajo, estas mujeres decidieron ir a la huelga. Organizaron una marcha por la ciudad para denunciar los hechos, pero lo único que obtuvieron fue una fuerte represión por parte de la policía, que dispersó a las mujeres.

2.- Huelga de 40.000 costureras industriales en 1908. Es uno de los hecho más recordados por su trágico final. 40.000 costureras de muchas grandes fábricas de Estados Unidos se declararon en huelga para reclamar igualdad de derechos, reducción de jornada, derecho para unirse a los sindicatos y el cese de la explotación infantil. En una de las fábricas donde se declaró la huelga, en la Cotton Textil Factory, en Nueva York, la jornada acabó en tragedia.

Los dueños de la fábrica cerraron las puertas y ventanas de la misma con las mujeres en huelga dentro. Al parecer, era una práctica habitual para evitar el robo de la mercancía. El problema llegó cuando se declaró un incendio en el edificio, y al estar cerrado, las mujeres que allí estaban murieron sin remedio. Más de 120 mujeres encontraron la muerte en este suceso.

Sufragio

Echemos un vistazo ahora a la historia del sufragio femenino: Su primara líder fue Emmeline Pankhurst. Los primeros grupos favorables al sufragio de la mujer se formaron en el Reino Unido a finales de la década de 1860, pero no adquirieron relevancia hasta que la activista Emmeline Pankhurst fundó en 1903 el Sindicato Político y Social de las Mujeres.

En los primeros años del siglo XX, tan solo el Partido Laborista, una joven organización fundada en 1900, estaba a favor de otorgar el derecho al voto a las mujeres en el Reino Unido, mientras que el Partido Liberal y el Partido Conservador se oponían.

“Los conservadores estaban, en general, en contra de cualquier extensión del derecho a voto. Entre los liberales, aunque muchos de ellos apoyaban una ampliación de la democracia, cundía la preocupación de que las mujeres votarían de forma abrumadora a los conservadores”.

El grupo liderado por Pankhurst renunció a las medidas de presión política que habían utilizado hasta entonces sus compañeras, basadas en tratar de convencer con cartas y argumentos a los diputados, e inició una campaña radical bajo el lema: “Hechos, no palabras”. En los siguientes años, las sufragistas quemaron el contenido de cientos de buzones de correos, rompieron las ventanas de miles de comercios y cortaron cables telefónicos, entre otros actos violentos y sabotajes.

También llamaron a los ciudadanos a invadir la Cámara de los Comunes y lograron reunir frente al palacio de Westminster a cerca de 60.000 personas en octubre de 1908, aunque la policía logró impedir que accedieran al edificio del Parlamento.

La ausencia de resultados tangibles a favor de su causa las llevó a partir de 1913 a radicalizar aún más sus acciones y colocaron diversas bombas que provocaron daños materiales.

El acto de militancia más conocido fue el de la activista Emily Davison (Deivison), que se convirtió en una mártir del movimiento al arrojarse bajo el caballo del rey Jorge V durante una carrera en un hipódromo, un atropello que le provocó la muerte pocos días después.

Muchas sufragistas acabaron en la cárcel y comenzaron huelgas de hambre, ante lo cual el Gobierno del Partido Liberal trató de forzarlas a alimentarse. El Sindicato Político y Social de las Mujeres declaró una pausa en sus acciones de protesta en 1914 ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, aunque continuó ejerciendo presión sobre el Gobierno.

El Parlamento británico aprobó el 6 de febrero de 1918 una ley que otorgaba el derecho al sufragio a las mujeres mayores de 30 años, que en aquel momento eran más de ocho millones en un país inmerso todavía en la Primera Guerra Mundial. Estos días pasados el Reino Unido conmemoró estos cien años

Diez años después, en 1928, el Parlamento británico aprobó la ley que garantizaba el sufragio universal para todas las personas mayores de 21 años en el Reino Unido, lo que amplió a quince millones las mujeres con derecho al sufragio en el país.

El éxito de las sufragistas británicas se enmarca en un movimiento social más amplio que ya había llevado a reconocer el voto femenino en Nueva Zelanda (1893), Australia (1902), Finlandia (1906) y Noruega (1913) y la Unión Soviética (1917), y sería pronto imitado en Alemania (1918) y Estados Unidos (1920). En España el sufragio femenino se consiguió en 1933 durante la Segunda República Española. En el Parlamento hubo un combate entre dos diputadas: la republicana Victoria Kent, que se oponía, y la socialista, Clara Campoamor, que sí estaba favor. En Europa, la civilizada Suiza fue el último país en que se  concedió ese derecho: en 1971.

La huelga de mujeres que peleó por pan y rosas

Comenzaba 1912 y las obreras textiles de Estados Unidos empezaban una huelga histórica que culminaría en la victoria de sus demandas económicas y sociales. Cuento la historia de la huelga de las obreras textiles de Lawrence, cuya victoria no se limitó a su fábrica.

En 1912 en Lawrence (Massachusetts, Estados Unidos) las obreras textiles iniciaron una huelga que será conocida como la huelga de “pan y rosas”.

El año nuevo, lejos de los banquetes de los ricos, trabajadoras y trabajadores de Lawrence salían a la huelga. Unos días antes, se había votado una nueva legislación que reducía la jornada laboral de 56 a 54 horas semanales para las mujeres y los menores de 18 años.

La industria textil empleaba mano de obra inmigrante, femenina e infantil. Más de la mitad eran mujeres y muchas eran menores de 18 años. Una de sus banderas principales era conquistar el pan (simbolizando los derechos laborales) y las rosas (como símbolo de la exigencia de mejores condiciones de vida).

Al frente de la huelga estaba una de las primeras organizaciones obreras que alentó a las mujeres a ocupar puestos dirigentes y que peleaba por métodos democráticos en las luchas.

El 10 de enero se realizó la primera reunión donde mil obreras, que acababan de recibir su cheque con un salario menor (por la reducción de horas), decidieron llamar a la huelga. Horas después todo estaba en marcha.

Se eligió un comité de huelga con 56 titulares y 56 suplentes, para reemplazar al grupo titular en caso de que fueran arrestados, algo común durante las huelgas. El comité representaba todas las nacionalidades; en las reuniones se hablaban 25 idiomas y 45 dialectos, y había intérpretes de todos ellos. Todos los días se realizaban asambleas al final del día, donde se hacía un balance y se resolvían los pasos a seguir.

Las dos primeras medidas votadas fueron: fondo de huelga y piquete masivo alrededor de las fábricas. Los enfrentamientos con la Policía y las milicias del gobierno local eran cada vez más violentos. Se resolvió formar una línea “infinita” alrededor de los talleres, un piquete que se mantenía las 24 horas y se movía constantemente. De esta manera era imposible entrar a la fábrica.

A las pocas semanas, los dirigentes fueron arrestados, acusados por incitación a la violencia y por la muerte de una obrera.

Para facilitar la participación de las mujeres, el nuevo comité de huelga instaló guarderías y comedores comunitarios para hijos e hijas de las obreras. Además se realizaban reuniones solo de mujeres, ya que también era necesario combatir el machismo entre los obreros, incluso entre los activistas. Una de las impulsoras más entusiastas de esta política fue Elizabeth Gurley Flynn.

Por la creciente violencia se decidió enviar a los niños a otras ciudades, donde serían albergados por familias solidarias. En el primer tren salieron 120 chicos. En el momento en que se disponía a salir el segundo tren hacia New York, la policía desató una represión desmedida en la estación. Este episodio lleva la huelga a las páginas de los diarios nacionales y al Congreso.

Todos hablaban de Lawrence. Los dirigentes de la central sindical oficial tuvieron que pronunciarse, pero no apoyaron la huelga: tildaron a las obreras de izquierdistas, anarquistas y revolucionarias, no querían saber nada con los comités de huelga. Pero las obreras de Lawrence contaban con un apoyo amplísimo. Se realizaban mítines de solidaridad en todo el país. Las universidades cercanas, como la prestigiosa Harvard tenía comités estudiantiles que colaboraban con la huelga. La participación de estudiantes de universidades de mujeres, recolectaban dinero, difundían la lucha y viajaban a Lawrence para colaborar directamente con el comité de huelga.

La gran difusión, la firmeza de las obreras, y el miedo a que se extendiera la huelga, hizo ceder a los empresarios: aceptaron la jornada laboral reducida y el aumento de los salarios. Después de una larga lucha, durante casi todo el invierno, el 12 marzo la huelga de “Pan y Rosas” culmina con una de las primeras victorias del movimiento obrero en Estados Unidos, con la implementación de la jornada reducida, aumento de salarios y el reconocimiento de los sindicatos.

Petrogrado

Y ahora hablaré de otros motines y de otra huelga que tuvo una importancia crucial en la historia mundial pero que es bastante desconocida: Nos tenemos que remontar a la fría Rusia, y al 8 de marzo de nuestro calendario en Petrogrado (Ahora San Petesburgo).

No olvidemos que, durante siglos, señala la historiadora Mercè Renom, “uno de los principales frentes populares en el occidente europeos estuvo relacionado con los derechos sobre las subsistencias alimentarias básicas (…). Los movimientos sociales alimentarios implicaban a hombres y mujeres de todas las edades, con un relevante protagonismo femenino”.      

Allí ese día, las mujeres habían convocado manifestaciones y mítines para celebrar su día. El descontento era generalizado y se esperaban protestas masivas, pero lo que nadie sabía era que ese día iba a comenzar una revolución. Los sucesos pasaron a la historia como la Revolución de febrero, porque el calendario juliano vigente entonces en Rusia “atrasaba” 13 días. 

¿Por qué aquel descontento? Pues porque además de los motivos que los obreros y obreras rusos tenían para protestar había unas condiciones que añadían otros. Rusia, como la mayoría de Europa estaba viviendo los horrores de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La carencia de alimentos y otros productos de subsistencia eran mayores que antes del conflicto. A ello había que añadir la gran cantidad de mujeres que habían enviudado y estaban solas o con sus hijos pequeños.

En las ciudades escaseaba el pan y las penurias del pueblo pobre eran insostenibles. En Moscú, en los dos primeros años de la guerra los precios de los productos básicos habían subido un 131%. En diciembre de 1915 las mujeres de Petrogrado hacían filas durante horas con temperaturas bajo cero para comprar azúcar y harina. Se produjeron numerosos disturbios protagonizados por mujeres, donde el reclamo principal era el precio de los alimentos. En febrero de 1917, la ira acumulada se transformó en acción.

En aquel ambiente, las obreras de las fábricas textiles de Petrogrado salieron a la huelga y recorrieron en grupos las fábricas vecinas. Se dirigieron especialmente hacia las empresas del metal, llamando a los trabajadores a sumarse. Las mujeres eran convincentes; tiraban palos, piedras y bolas de nieve contra las ventanas. Dos días después, en Petrogrado se vivió ya una huelga general. “¡Abajo la guerra!”, “¡Pan para los obreros!”. 

Por aquel entonces habían, en toda Rusia, unos 7,5 millones de mujeres trabajadoras en la industria.

Un editorial del Pravda, el periódico de la fracción bolchevique de la socialdemocracia, informaba una semana después que “las mujeres fueron las primeras en salir a las calles de Petrogrado en su Día Internacional. Las mujeres en muchos casos determinaron el estado de ánimo de aquellos pobres soldados que caían en las trincheras bajo el fuego de las balas o congelados por el intenso frío; ellas iban a los barracones y los convencían de ponerse del lado de la revolución. ¡Que vivan las mujeres!”, decían ellos.

Aleksandra Rodionova, una joven conductora de tranvías de 22 años, participó en las acciones que llevaron a la caída del Imperio de los Zares. “Recuerdo cómo marchamos por la ciudad. Las calles estaban llenas de gente. Los tranvías no funcionaban, y había coches dados la vuelta sobre las vías. No sabía entonces, no entendía lo que estaba pasando. Pero gritaba con todos los demás: ‘Abajo el Zar’. Su testimonio está recogido por varias historiadoras de las mujeres rusas.

En una semana el zarismo se derrumbó, los ministros huyeron y los diputados de la Duma formaron un gobierno provisional, con el príncipe Lvov a la cabeza. Desde abajo, nacía otro poder, el de los consejos de delegados de la clase trabajadora, al que se sumaron comités de campesinos y soldados. Estos organismos habían surgido por primera vez en la Revolución de 1905 como una nueva forma de autoorganización democrática desde las bases, los sóviets. 

Polia trabajaba como mucama en un hospital militar, no sabía leer ni escribir, y la primera vez que participó en una votación fue cuando la eligieron para el comité ejecutivo del sóviet de los empleados del hospital. La historiadora Barbara Evans Clements cuenta que, como gran parte de las mujeres trabajadoras, Polia sentía que no tenía nada que perder y mucho que ganar con la revolución, empezando por su dignidad. 

Entre febrero y octubre, la participación de las mujeres fue en aumento. El 18 de marzo, una reunión de obreras de cuatro grandes fábricas resuelvo llamar a sus compañeras a unirse en la lucha por sus derechos, junto a los trabajadores. A principios de abril, 40.000 mujeres se movilizaron en Petrogrado, rehusando abandonar las calles hasta que se aprobara el derecho al voto. Finalmente, el 20 de julio de 1917, le arrancan al gobierno provisional de Kerensky el compromiso de permitir el voto para todas las mujeres mayores de 20 años en la futura Asamblea Constituyente. Eugenia Bosh, Inessa Armand y Aleksandra Kollontai fueron algunas de las dirigentes bolcheviques que en esos meses dieron discursos ante trabajadores, trabajadoras y soldados, escribieron artículos, organizaron reuniones y colaboraron con la organización de la revolución.

Sin duda, las mujeres también hacemos historia.

Aquest article està basat en la conferència que vaig impartir en 20 de març del 2018 a la seu de CCOO de Barcelona.