Milicias paramilitares, blutmai (“mayo sangriento”, 1929) y socialfascismo en Alemania, por Soledad Bengoechea

Thälmann y Leow, líderes del RFB, desfilando por Berlín (junio de 1927). Bundesarchiv Bild
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Soledad Bengoechea, doctora en Historia Contemporánea. Miembro del Grupo de Investigación Consolidado “Treball, Institucions i Gènere” de la UB.

Durante la década de los llamados años ‘locos’, Berlín era una ciudad de una creatividad inmensa. En ella bullían los bares, cafés, clubes, salones de fiesta, cabarets y teatros. Era una década, la de los años veinte, de emancipación y poder para el género femenino, las mujeres se cortaban el pelo y asistían a charlas intelectuales y diálogos literarios. Berlín era la capital del land de Prusia, gobernada por los socialdemócratas. Al incorporar a todos los pueblos vecinos, la ciudad había duplicado su población, pasando de dos a cuatro millones de habitantes. Convivían en intimidad la diversión y la miseria, la vida licenciosa y la delictiva, vagabundos, prostitutas, la inmensa mayoría hambrientos. En Berlín, donde el lujo y la diversión de las noches sin fin respondían al desenfrenado reclamo del deprisa, deprisa, había 600.000 parados y un clima de desigualdad palpitante.

George Grosz, “Cabaret”, 1920

Nada presagiaba ese paisaje. Poco antes, en 1918, había acabado la Primera Guerra Mundial que duró cuatro años. Dejó tras de sí 2 millones de alemanes muertos, 4,2 millones de heridos y deudas de guerra que el país no pudo saldar definitivamente hasta 2010. El cansancio de la guerra, la pobreza, el paro y el hambre eran elementos de los que se nutría la inquietud de la población. El malestar fue en aumento y alcanzó su punto culminante en la Revolución de 1918, durante la cual Philipp Scheidemann (del Partido Socialdemócrata, SPD, de ideología marxista) proclamó la República de Weimar el 9 de noviembre desde el balcón del Reichstag.

Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht y Wilhelm Pieck acababan de fundar el Partido Comunista de Alemania (KPD). Su sueño: crear una república socialista de los consejos obreros. No pudo hacerse realidad. Del 5 al 12 de enero de 1919 iniciaron el levantamiento espartaquista, pero fue aplastado por unidades de los Freikorps, cuerpos paramilitares leales al Gobierno. El SPD resultó el partido más votado en las elecciones para la Asamblea Nacional del 19 de enero.

La ciudad contaba con un importante proletariado industrial y terciario,  una gran parte  afiliado  a partidos  y  sindicatos  marxistas -socialistas y comunistas- que llegaban a controlar barrios enteros, como el Nostitz, situado en el distrito de Kreuzberg o el Wedding. Con este trasfondo, los grupos paramilitares proliferaron, algunos concebidos como brazos armados de los partidos políticos.

Numerosos veteranos alemanes que habían luchado en la Primera Guerra Mundial se sentían desconectados de la vida civil después de varios años de continuos combates en las trincheras. Al retornar a la vida normal, se encontraban con la dificultad de adaptarse a la nueva realidad: el desempleo y la mala situación económica que siguió a la contienda; buena parte de ellos halló el cambio tremendamente difícil. Estos hombres desmovilizados, la mayoría jóvenes, buscaron cobijo en grupos que presentaban una estructura militar y que se convirtieron en organizaciones paramilitares. Organizaciones que les ofrecían un estatus social dentro de un “cuerpo de guerreros”. Al tiempo, les aseguraban un medio de vida haciendo la misma tarea que habían desempeñado en los últimos años: combatir.

Otros ex soldados se unieron a estas organizaciones porque la derrota de 1918 y el Tratado de Versalles les habían frustrado. Para ellos, resultaba inexplicable que Alemania no hubiera ganado la guerra; en estos casos, el sentimiento ultranacionalista era un aliciente para unirse a un grupo de otros ex soldados que presentaban unos problemas similares. Irremediablemente, la ciudad padecía una gran violencia política, derivada principalmente de la creación de estas organizaciones.

Las primeras que se formaron fueron los Freikorps (“Unidades Libres”), que existían desde el siglo XVIII. A partir de la Revolución alemana de Noviembre de 1918, el término fue empleado por las organizaciones paramilitares antidemócratas, protofascistas y ultranacionalistas que se formaron por toda la nación. En realidad no luchaban a favor  de algo en concreto, sino en contra de todo… Gustav Noske, Ministro de Defensa socialdemócrata, las toleró para luchar contra los comunistas y los socialistas; cuando se fueron disolviendo tras el fracaso del putsch de Kapp  -un golpe militar fracasado que se desarrolló entre el 13 y el 17 de marzo de 1920, a comienzos de la República de Weimar- buena parte de los Freikorps, sobre todo los miembros más jóvenes, se incorporaron a las milicias paramilitares organizadas por la extrema derecha (Cascos de Acero, SA…). Los  Freikorps, en general y salvo excepciones, gozaron de protección oficial en las calles para frenar al marxismo.

Freikorps en Berlin 1919, Wikipedia

Los Cascos de Acero, (Stahlhelm, Bund der Frontsoldaten) fueron fundados el 13 de noviembre de 1918 por el industrial y antiguo oficial de la reserva del Ejército alemán, Franz Seldte, en la ciudad de Magdeburgo (Prusia). Al igual que los Freikorps, surgieron durante la Revolución de 1918-1919. Sirvieron al Estado como fuerza militar de reserva clandestina. Su principal función durante los primeros años fue la de proporcionar ayuda económica a los veteranos de guerra que estaban pasando por malos momentos económicos.

Pero en la República de Weimar otras organizaciones tuvieron durante los años siguientes más importancia. De hecho, todos los partidos,  desde el católico (Zentrum) hasta el comunista, fueron organizando sus milicias armadas, y de ellas se trata en este artículo. Las Sturmabteilung (SA), grupos de asalto, practicaban la violencia a las órdenes del Partido Nacional-Socialista (NSDAP) desde 1921. El Rotfrontkämpferbund (RFB), (“Unión de Combatientes Rojos”), ejercía la violencia bajo el mando de los comunistas (KPD) desde 1924. El KPD se había fundado en 1918 bajo el influjo de la Revolución Rusa del año anterior, que tantas ilusiones había hecho crecer entre la clase obrera.

Las milicias de extrema derecha se financiaban de sus propios fondos y por algunos industriales, empresarios y terratenientes (Junker). Las milicias del KPD, como el propio KPD, de las cuotas de militantes y de fondos de la Internacional Comunista.

Pero también partidos políticos democráticos formaron su propia milicia: La Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold, comúnmente llamada Reichsbanner, (“Estandarte del Reich”), apareció en 1924 de la mano del Partido Socialdemócrata (SPD), el Partido de Centro (Zentrum) y el Partido Democrático Alemán (DDP), en colaboración con sindicatos de obreros. A diferencia de los nazis y los comunistas, esta organización quería preservar el presente, la República de Weimar.

No era una cuestión de idiosincrasia o de ideología, había tipos de todas clases y participaron todas las posiciones ideológicas.  Eso también ocurrió en parte en Italia y menos en Francia (en Italia y Francia también los excombatiente se organizaron en milicias), pero donde fue más intensa la paramilitarización fue en Alemania. Razones: la situación inestable  de la República de Weimar recién nacida (1918), con graves fracturas internas, la desorganización del brazo armado del  estado por el Tratado de Versalles, mediante el cual el ejército alemán, el Reichswehr, quedaba limitado a 100.000 soldados. De hecho, se redujo el ejército  hasta dejarlo en un cuerpo de mantenimiento del orden interno, ante lo cual los propios conflictos internos se militarizaron. Las expectativas de cambio revolucionario o contrarrevolucionario explican la mayor  actividad tanto de  las SA, como del Sthalmenhelm y el RFB.

Este último, el grupo paramilitar del partido comunista, disputaba el control de las calles a las milicias nacionalsocialistas, SA, principalmente. Y también el control de las tabernas. Era en las tabernas donde los obreros se encontraban cuando salían de su lugar de trabajo. Tenían una importancia capital en la socialización popular. Los altercados en ellas eran frecuentes y a menudo revestían una gran dosis de violencia: peleas, apedreamientos, ataques con armas de fuego de por medio… En oca­siones excepcionales, los enfrentamientos alcanzaban cotas mortales. ​

Estas milicias de los partidos también eran utilizadas para vigilar en mítines o discursos de los líderes políticos. Pero estaba claro que para unos movimientos revolucionarios que despreciaban la democracia parlamentaria el orden no podía ser otro: la toma de la calle era el lema. Como dijo Goebbels. “Quien conquiste la calle, conquista a las masas; y quien con­quista a las masas, conquista también el Estado”. El huevo de la serpiente ya había anidado.

Los miembros de todas estas milicias paramilitares portaban insignias, emblemas y banderas. Iban uniformados. Ello era importante. Además de dar la imagen de un cuerpo militar, en los enfrentamientos callejeros era necesario saber quién era el enemigo. Desfilaban cantando o tarareando  himnos, la mayoría con estrofas de carácter militar. En ocasiones, las milicias llevaban armas fabricadas por sus propios miembros. Todos los grupos de combate tenían un denominador común: estaban constituidos solo por hombres, no consta que entre sus filas hubiese ninguna mujer.

La ideología de las organizaciones paramilitares que hemos ido citando variaba considerablemente. Ya se ha comentado. Sólo tenían en común su desprecio completo contra la democracia, con la excepción de la Reichsbanner. A los veteranos de la guerra que se habían incorporado a las SA, los Cascos de Acero y los Freikorps, les caracterizaba un odio hacia el marxismo en general y un antisemitismo profundo porque supuestamente los judíos e izquierdistas habían sido los culpables de la derrota alemana. A los judíos se les aplicaba el término judeo-bolchevismo, referente a la teoría de la conspiración y al alegato antisemita que sostenía que los judíos fueron los creadores de la Revolución Rusa de 1917. También les influía el sentimiento de resentimiento y humillación: supuestamenete no se les reconocía como elite de soldados que habían ofrendado su vida por Alemania.

El grupo paramilitar del partido comunista, la Rotfrontkämpferbund (RFB), profesaba la misma ideología que el partido (KPD). Era anticapitalista, soñaba con una sociedad sin clases sociales y para llegar a ella el camino era la socialización de los medios de producción. El objetivo, como ocurría con el resto de los grupos paramilitares antidemócratas, era derrocar el estado burgués.

Por último, hablemos de la Reichsbanner. Era un grupo demócrata y en él participaban los socialistas. Aunque reformista, esta organización era anticapitalista. Su objetivo era defender a la República de Weimar de los ataques de grupos monárquicos, nacionalistas y comunistas.

Las Tropas de Asalto: las SA (Sturmabteilung)

A principios de noviembre de 1926 un hombre de 29 años bajó del tren en la estación  de Berlín-Anhalter. Tenía una misión: conquistar Berlín. Se llamaba Joseph Goebbels. Por sus dotes de orador, le habían nombrado jefe regional del Partido Nazi en la capital. Pretendía reorganizar el partido que entonces era de nivel regional. Más adelante, Goebbels  jugará un papel importantísimo en la futura historia de Alemania. Será, ni más ni menos, el ministro de propaganda de la Alemania nazi.

Entonces, en 1926, el NSDAP era un partido pequeño. Apenas tenía 100 miembros en la capital, poco a nada organizados, y unos escasos 59.000 en toda Alemania. Goebbels pronto consiguió un nuevo local, dejando atrás uno pequeño, viejo y destartalado. Los nazis berlineses, aunque pocos en número, eran muy violentos. A la semana de llegar, Goebbels ya organizó una marcha en el barrio obrero de Nostitz que degeneró pronto en una pelea de calle.

Goebbels seguiría de jefe regional en el NSDAP mientras en aquel mismo 1926 en Berlín los nazis creaban otro instrumento:  las Tropas de Asalto, las SA y sus camisas y uniformes marrones (por eso eran conocidos como “camisas pardas”), vinculadas al partido nazi. Estas fuerzas de choque nazis, de afiliación voluntaria, surgieron en Múnich en el año 1920. En esa ciudad, el 4 de noviembre de un año después, fueron las protagonistas de unos importantes alborotos, sucedidos en una cervecería después de un discurso de Hitler emitido cuando se hizo salir a unos opositores del NSDAP. Durante un tiempo fue una organización esencialmente regional. Cuando en 1926 hicieron su aparición en Berlín solo eran unos 200 miembros bajo la dirección de Kurt Daluege. El traje les distinguía de las “SS, fundadas en 1923, que llevaban uniformes negros y camisa blanca (a veces también parda), a diferencia de los camisas negras italianos. Se eligieron las camisas pardas como uniforme para las SA porque un lote de éstas era mucho más barato que los demás, ya que existían muchos excedentes de la Primera Guerra Mundial, debido a que anteriormente este era el uniforme para las tropas coloniales alemanas estacionadas en África.

Unidad de las SA en Berlin in 1932 Bundesarchiv.

Veamos algunos de los lemas que formaban parte de su ideología: “Solo se puede acabar con el terror mediante el terror”, “Toda oposición ha de ser aniquilada”. Estas frases expresan el carácter violento de estos hombres. Estaban curtidos en mil batallas y, en general, mantenían una preparación física excelente. Su jefe era Emil Maurice, amigo íntimo de Hitler. Las SA fueron el primer grupo militarizado nacionalsocialista que creó títulos y rangos jerárquicos propios para sus miembros; posteriormente, los rangos de las SA fueron adoptados también por otros grupos del NSDAP. La función principal de las SA era la de encargarse de la seguridad de los miembros del NSDAP contra cualquier ataque de comunistas o socialdemócratas. Algunas veces habían participado en huelgas y actividades anticapitalistas, colaborando con los comunistas, para alarma de muchos militantes nazis. Discretamente, las SA se reclutaban también en los barrios populares gracias  a una propaganda que insistía en los elementos antiburgueses del programa nazi. Ello preocupaba a Hitler. En los años treinta, cuando subió al poder, consiguió neutralizar a los componentes de este grupo para apoderarse de todas las estructuras del Estado alemán.

Pero no hay duda de que, en definitiva, era en la conquista de las calles donde las SA forjaban un sentimiento de unidad y camaradería. Desde un puñado de fervientes creyentes en la causa ultranacionalista, crecieron hasta los 430.000 efectivos con que contaban en el momento de la toma nazi del poder en enero de 1933. Su «mártir» por excelencia fue Horst Wessel. En los inicios  de 1929, Wessel escribió la letra de una nueva canción de combate nazi. Se publicó inicialmente bajo el título de “Der Unbekannte SA-Mann” (“El hombre desconocido de las SA”). Sin embargo, pasó a ser conocido como “Die Fahne Hoch” (“Izar la bandera”) y finalmente renombrado como “Horst-Wessel-Lied” (“Himno de Horst Wessel”). Los nazis acabarían haciendo de esta canción una especie de himno cooficial, junto a la primera estrofa del Deutschlandlied. El 14 de enero de 1930, Wessel recibió un disparo a quemarropa, en la cabeza, por parte de dos miembros del KPD, que le produjo la muerte. ​

En mayo de 1927 Karl Friedrich Zörgiebel, jefe de policía socialdemócrata ya había disuelto la rama berlinesa del Partido Nazi, expulsando a sus milicias -las SA y a las SS- de las calles. La prohibición fue levantada en marzo de 1928, dos meses antes de que los nazis se llevasen su peor derrota electoral antes de su ascenso al poder.

Las SA jugaron un importante papel en el ascenso de Adolf Hitler al poder en 1933. Al año siguiente, entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1934, se produjeron los sucesos conocidos como “La noche de los cuchillos largosu Operación Colibrí, una purga que tuvo lugar cuando el régimen nazi, llevó a cabo una serie de asesinatos políticos. Se puede incluir dentro del marco de actos que realizó el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán para apoderarse de todas las estructuras del Estado alemán. Muchos de los que fueron asesinados esos días pertenecían a las SA, cuyo jefe en aquel momento era Ernst Röhm. A partir de aquí, la organización siguió existiendo pero con una importancia mucho menor que la que tuvo en principio. La única acción violenta importante llevada a cabo por esta organización, después de la «Noche de los cuchillos largos», fue la Kristallnacht, o «Noche de los cristales rotos», en la que bajo órdenes de las SS ejecutaron importantes actos vandálicos contra la comunidad judía, destruyendo comercios y sinagogas. En pocas horas quemaron libros, atacaron infinidad de locales y asesinaron numerosos judíos. En el momento de su desarticulación contaban con aproximadamente 4 millones y medio de hombres en sus filas.

 El RFB, (Frente Rojo de Combate)

A finales de los años veinte, los comunistas eran los principales adversarios de los nazis en la conquista de Berlín. Para apuntalar su poder, contaban con una organización paramilitar de autodefensa antifascista fundada en 1924, el Rotfrontkämpferbund (RFB), (“Frente Rojo de Combate”). En buena medida, estaba compuesto por comunistas veteranos de la Primera Guerra Mundial. La mayoría de estas primeras secciones del RFB se ubicaron en las ciudades industriales, puertos y otros bastiones tradicionales de la clase obrera, como los ya citados barrios obreros de Nostitz y Wedding de Berlín.

En la Alemania de los años veinte, muchos alemanes creían realmente que el Roter Frontkämpferbund era el cuadro de formación para la posterior y futura creación de un “Ejército Rojo” controlado por el KPD. No obstante, nada indica que fuera así. Parece que su objetivo no era el servir como un Ejército revolucionario que derribara el sistema burgués establecido, sino prestarse para realizar tareas de agitación política en las calles combatiendo a los nazis.

Ernst Thälman (Teddy), un hombre que provenía de la clase obrera, fue elegido como el primer dirigente del RFB durante la primera reunión a nivel nacional celebrada en febrero de 1925 en Berlín. En 1920, Thälmann había sido uno de los miembros fundadores del KPD, el partido comunista, del cual sería representante en el Reichstag entre 1925 y 1933. En 1932 se presentó como candidato a la Presidencia de Alemania al mismo tiempo que el mariscal Paul von Hindemburg y Adolf Hitler. Cuando el Partido Nazi llegó al poder, Thälmann fue detenido por la policía. Ya nunca volvería ser libre. Durante los siguientes once años fue encerrado en diferentes prisiones y campos de concentración. Finalmente el 18 de agosto de 1944 fue asesinado por agentes de las SS en el campo de concentración de Buchenwald, cerca de la ciudad de Weimar.

El RFB era  oficialmente una organización de antiguos combatientes. Pronto  contó con docenas de miles de miembros y se dotó de una rama juvenil, la Rote Jungfront. Su objetivo era atraer a todos aquellos trabajadores y estudiantes que, aún no siendo militantes del Partido Comunista, quisieran hacer frente a los nazis en las calles, formando un frente unitario. El sentido de un vínculo común, logrado a través de la constante propagación de una conciencia de clase, un sentimiento de solidaridad y camaradería, provocó la cohesión dentro del grupo e hizo que para muchos el RFB fuera el ejemplo a seguir.

Miting en Berlin, May 1928 Bundesarchiv,

El número de miembros aumentó constantemente y llegó a su punto más alto con cerca de 130.000 miembros en el momento de la prohibición en 1929. En ese momento sólo el 30 por ciento de ellos eran miembros del Partido Comunista de Alemania. El 98 por ciento de ellos pertenecía a la clase obrera y sólo el 1 por ciento había recibido una educación superior.

Tras la prohibición, una gran parte de los militantes continuaron sus actividades de manera clandestina. La toma del poder político en Alemania por los nazis en 1933 provocó que fueran los primeros en sufrir la represión, siendo detenidos y encarcelados en los campos de concentración. Los nazis buscaban vengarse de sus antiguos rivales y muchos de los revolucionarios del RFB perdieron la vida en las prisiones nazis.

Muchos de los supervivientes, que consiguieron eludir las detenciones, respondieron a la llamada de la defensa del pueblo español frente al fascismo, uniéndose al Batallón Thälmann de las Brigadas Internacionales. Durante la Segunda Guerra Mundial antiguos miembros del Roter Frontkämpfer-Bund lucharon en las filas del Ejército Rojo contra la Alemania nazi.

Contrariamente a lo sostenido por una leyenda perpetuada por algunos historiadores, las deserciones de miembros del RFB a las SA fueron muy raras.

Reichsbanner, (“Estandarte del Reich”)

El Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold fue fundado el 22 de febrero de 1924 en Magdeburgo como una alianza no partidista por el SPD, el liberal Partido Democrático Alemán y el Partido del Centro Católico. Con esta unión, los demócratas reaccionaron a los numerosos asesinatos y los intentos extremistas de izquierda y derecha en los primeros años de la República de Weimar. El Reichsbanner se convirtió rápidamente en una organización de masas. El grupo adoptó la bandera tricolor alemana (negra, roja y dorada) como su insignia, colocando un águila negra en el centro. Este símbolo también se utilizó en uniformes, insignias…

Al principio de la República, la Reichsbanner y la organización paramilitar nacionalista Cascos de Acero se disputaban las calles mediante la intimidación, eludiendo el combate abierto. Pero cuando las organizaciones paramilitares de los comunistas y los nazis llegaron a las calles, se iniciaron los enfrentamientos callejeros violentos. Unas luchas que dejaron sobre la tierra ensangrentada centenares de muertos y no fue sino hasta la llegada de Adolf Hitler al poder cuando finalizaron.

El 16 de diciembre de 1931, el Reichsbanner se unió al Eiserne Front (“Frente de Hierro”). Esta organización fue formada el 16 de diciembre de 1931 por el Partido Socialdemócrata (SPD) juntamente con otros grupos y los clubes deportivos de trabajadores con el fin de contrarrestar a los nazis y comunistas. El SPD se unió al Frente de Hierro, realizó manifestaciones masivas, luchó contra sus enemigos en las calles y se armó. Pero los trabajadores del SPD se volvieron cada vez más revolucionarios. En 1932, la organización llegó a contar con 3 millones de miembros, pero después de la llegada de los nazis al poder, en marzo de 1933 fue disuelta. Sus principales líderes y fundadores fueran arrestados, tuvieron que exiliarse o se convirtieron en parte de la resistencia alemana contra el nacionalsocialismo.

Con este panorama en las calles berlinesas se llegó al Primero de Mayo de 1929. 

 Blutmai:  Aquel Primero de Mayo Sangriento en Berlín

En 1928, después de algunos incidentes ocurridos entre la policía prusiana y el RFB, el Ministro del Interior de Prusia empezó a preparar la futura prohibición del RFB. Tras esto, en diciembre, la policía prusiana prohibió a la RFB realizar nuevas concentraciones, después de que el mes anterior unos incidentes entre nazis y comunistas dejaran 3 muertos. No obstante, el 25 de marzo del año siguiente sus líderes hicieron un llamamiento para conseguir una «movilización masiva» para el 1 de mayo.

A una gran parte de la clase obrera alemana, el Primero de Mayo le evocaba unas jornadas de combate social y revolucionario. Pero fue años más tarde cuando Hitler, que llevaba el término “socialista” en el nombre de su partido,  declaró festivo ese día, declarándolo “el día del trabajo”. Era 1933, justo cuando el dictador llegó al poder. Aquel  1 de Mayo de 1929 cayó en domingo. Las manifestaciones y desfiles estaban prohibidos, pero el KPD y el RFB las había convocado y se llevaron a cabo. Dicen las crónicas que aquel día en las calles de Berlín se respiraba una atmósfera tensa, que la policía organizó redadas con fuerzas especiales antidisturbios y que 13.000 miembros armados se emplearon a fondo y acabaron brutalmente con cualquier tipo de reunión. Ni siquiera omitieron el uso de las armas de fuego. El balance fue de alrededor de treinta muertos,  casi 200 civiles heridos graves y más de 1200 detenidos, de los que se arrestó a 44. En el bando gubernamental, 50 policías acabaron en el hospital. Estaban bajo el mando del socialdemócrata Karl Friedrich Zörgiebel. En los barrios obreros donde se reunían los comunistas se decretó el estado de emergencia.

Hubo víctimas en los portales, en las ventanas; parece que también fallecieron dos mujeres que se hallaban en un balcón, aunque poco se habló de ellas. Pero sobre todo murieron tiroteados los que estaban en las calles, aunque algunas personas solo esperaban la llegada del tranvía. De ellos no se dijo nada. Se vieron involucrados también obreros que salían de celebrar actos en lugares cerrados, como los socialistas. Días después, el escritor y sociólogo Leopold Schwarzschild se quejó en el semanario liberal de izquierda “Das Tage-Buch” que algo “inexcusable” había sucedido. De aquel día quedó una canción, “Roter Wedding“, melodía del título del grupo Agitprop del mismo nombre. Erich Weinert escribió el texto, la música fue compuesta por Hanns Eisler. Sucedió aquel día, un domingo Primero de Mayo, la fiesta anual de los trabajadores. Corría el año 1929. Y ocurrió en Berlín.

Disturbios de mayo en Berlín (1 de mayo de 1929), Federal Archives Bild.

Las milicias del SPD y el sindicato socialdemócrata llamaron a la huelga general al día siguiente. Así lo habían prometido en caso de que la policía les atacara. Durante la huelga, los grupos de izquierda no distribuyeron armas, a pesar de que muchos afiliados así lo pedían. En los barrios obreros se levantaron barricadas y la policía los mantuvo en asedio tres días sin poder vencer su resistencia. En esa situación, era imposible no atribuir la represión a los funcionarios y políticos socialdemócratas. La oposición entre los socialistas y comunistas resultó inevitable. El Comité Central del KPD, el 3 de mayo, dejó  claro de lo que estaba convencido: “¡Se está derramando la sangre de los trabajadores! ¡Blutmai de Zörgiebel es una preparación para la guerra imperialista! Blutmai de Zörgiebel: este es el comienzo de los planes de dictadura fascista de la burguesía y la socialdemocracia “. Y en su congreso de junio, el KPD afirmó: “La socialdemocracia es el fundamento más fuerte para el desarrollo fascista”. Los nazis pronto utilizarían en su propio beneficio esta gran división entre los trabajadores.

El SPD, por otro lado, no dijo ni una palabra sobre que la mayoría de los muertos no estaban completamente involucrados y de que no hubo marchas masivas o incluso combates de barricadas. El caso parecía completamente claro. El 3 de mayo, la junta y el grupo parlamentario de los socialdemócratas publicaron una declaración:

Los comunistas, en bancarrota organizacional, involucrados en luchas apasionadas, necesitaban a los muertos. Los necesitaban en Berlín, donde un socialdemócrata es el presidente de la policía. Los muertos y heridos en Berlín son material de agitación y nada más. ¡Las víctimas cayeron por orden de la sede comunista! ¡Esa es la verdad!.

El Ministro del Interior prusiano aprovechó para declarar ilegal el RFB en mayo-junio de 1929. La milicia pasó a la clandestinidad y dejó de usar el uniforme. Todos sus bienes fueron confiscados por el gobierno.

En definitiva, puede decirse que en países como Alemania los dirigentes socialdemócratas mantuvieron el Estado capitalista contra el ataque revolucionario de los trabajadores. Los ministros del SPD suprimieron las huelgas, dispararon en las manifestaciones y declararon la ley marcial contra los trabajadores. El Blutmai y la represiva legislación anticomunista que siguió, sirvió para que el Partido Comunista de Alemania (KPD) se reafirmara en la idea de que los socialdemócratas eran, de hecho, unos “socialfascistas”.

El socialfascismo

El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), bajo el liderazgo del canciller alemán Hermann Müller, había acordado con los demás partidos anti-comunistas que “rojo equivalía a marrón” (equiparando a la RFB con las SA). Esto llevó a una hostilidad mutua entre socialdemócratas y comunistas, que se intensificó a partir del “Mayo Sangriento”. Esto, y la represiva legislación anticomunista que siguió, hicieron que el Partido Comunista de Alemania (KPD) se convenciera de que los socialdemócratas eran de hecho unos “socialfascistas”.

El fascismo social, o socifascismo, fue una teoría apoyada por la Internacional Comunista (Comintern) y los partidos comunistas afiliados a principios de los años treinta. Sostenía que la socialdemocracia era una variante del fascismo porque se oponía a una dictadura del proletariado. Se utilizó así, de manera peyorativa, para describir a los partidos socialdemócratas, los partidos socialistas anti-Cominternistas y progresistas y los disidentes dentro de las filiales del Comintern durante  el período de entreguerras. La teoría del socialfascismo fue defendida a viva voz por el Partido Comunista de Alemania, que fue controlado y financiado en gran medida por la dirección soviética a partir de 1929.

Después de la subida al poder de Adolf Hitler, los comunistas fueron ilegalizados y los nazis arrestaron a miles de sus militantes. Tras estos eventos, la Komintern se cuestionó la política y sobre si hubiera sido factible una alianza con los socialdemócratas; la teoría del socialfascismo fue abandonada finalmente. Durante el 7.º Congreso de la Komintern, Georgi Dimitrov esbozó las líneas de la nueva política del “Frente Popular” en su discurso “Por la unidad de la Clase Obrera en contra del Fascismo”. Esto se vería reflejado en la posterior formación de diversos “Frentes Populares”: en Francia (1935), en España (1936) o en Chile (1937).

Referèncias 

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