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La contrarrevolución en las calles de Barcelona durante la huelga de “La Canadiense”, por Soledad Bengoechea




Soledad Bengoechea, miembro del Grupo de Investigación Consolidado “Treball, Institucions i Gènere” (TIG), de la UB, miembro de Tot Història, Associació Cultural.


La huelga de “La Canadiense”, que aún hoy es historia, duró del 8 de febrero al 19 de marzo de 1919. Le siguieron quince días de huelga general. El conflicto tuvo por escenario Barcelona y algunas ciudades industriales cercanas a ella. Su proximidad en el tiempo de la Revolución Rusa y de otras revoluciones acaecidas en ciertos lugares de Europa provocó un gran temor entre las clases dominantes y también en el pequeño, mediano y gran empresario catalán. Entonces, la imagen de una contrarrevolución tomó consistencia en el imaginario de estos sectores sociales. Se hacía evidente que era necesario acabar con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), sindicato anarcosindicalista revolucionario que contaba con alrededor de medio millón de afiliados, y que era el que había decretado la huelga. En aquel escenario se abrieron paso diferentes opciones. La burguesía elaboró una serie de estrategias encaminadas a salvar el sistema: robusteció un sindicato patronal, la Federación Patronal de Barcelona, liderado por el sector de la construcción; formó una banda de pistoleros bajo el mando de un policía corrupto: Bravo Portillo1; se enroló ella misma en el somatén que le permitía establecer vínculos de camaradería y patriotismo sin tener en cuenta los colores políticos de los personajes que lo integraban; creó la Brigada Automovilística del Somatén, un cuerpo motorizado formado por asalariados; potenció unos sindicatos diferentes a la CNT: los Sindicatos Libres. Por último: estableció una serie de compromisos con un militar que se convirtió en una figura clave durante el año 1919 en Barcelona: Milans del Bosch, capitán general de Cataluña. Con estas iniciativas la patronal trataba de ganar las calles para su causa, sustrayéndoselas a los trabajadores. Todo ello al mismo tiempo que la burguesía demandaba a un gobierno reticente que legalizase la fórmula de la sindicación obligatoria y única para patronos y obreros, en definitiva un corporativismo que pusiera fin a la CNT. La medida no se consolidó hasta más tarde, cuando se fundaron los Sindicatos Verticales ya en el régimen franquista. Lo que se ha enumerado ocurrió en un momento preciso: la primavera de 1919 percibida como revolucionaria.


En seguida de comenzada la huelga, la ciudad fue ocupada militarmente, los soldados registraban a los transeúntes y hacían detenciones. Cañones y efectivos de la Cruz Roja ocupaban una buena  parte de la Plaza de Cataluña, donde la tropa montó una especie de campamento. Al día siguiente, llegaron unas cuantas unidades de caballería que pasaron a ser distribuidas por Barcelona y los pueblos limítrofes. Y en el puerto hacía su entrada el torpedero Osado y el acorazado España.


Los hombres del Somaten barcelonés


Desde el primer momento de iniciarse la huelga general todos los esfuerzos de las autoridades y de la patronal estuvieron abocados a que la ciudad volviese a dar la imagen de siempre; se trataba de que la vida ciudadana se viese afectada lo menos posible. Uno de los aspectos atendidos con gran cuidado fue el de abastecimiento de la ciudad, ya que por todos los medios se quería evitar que faltasen los alimentos de primera necesidad. También preocupaba el entierro de los cadáveres, el suministro de energía y el agua…; con este fin intervinieron el ejército y la guardia civil.


Pero, además de estas fuerzas, también se pudo contar con la ayuda de un gran número de ciudadanos que “arma al brazo”, enrolados en las filas del Somatén, prestaron su colaboración en toda clase de trabajos. Los afiliados al Somatén barcelonés –organización parapolicial catalana de origen medieval con vigencia en ámbitos rurales pero formados en Barcelona el 22 de enero de ese año- funcionaba bajo el mando del Capitán general. Los hombres que lideraban la organización pertenecían a las familias catalanas más ilustres y encumbradas. De enero a marzo, el número de afiliados llegó a 7.000 y los organizadores calculaban que pronto llegarían a 15.000. Todo parece indicar que este número fue superado. Testimonios de la época explican que “no hubo fabricante, comerciante o quien tuviera algo que conservar que dejara de serlo [del Somaten]”. Un alto dirigente de la Lliga Regionalista señalaba que la dirección del Somaten estaba en manos de la Lliga.


El “padre” de la idea de constituir esta organización paramilitar en Barcelona  fue Carlos de Camps y d'Olzinelles, segundo marqués de Camps.2 Hombre muy relevante en los ambientes económicos, sociales y políticos, durante aquellos días se afiliaba a un partido conservador, la Federación Monárquica Autonomista.


Tradicionalmente, el Somatén estaba formado por las clases propietarias rurales3. Era un cuerpo armado integrado por propietarios con la finalidad de poner orden en el campo. El Somatén urbano tenía también una composición clasista, como lo puso de manifiesto en las Cortes el abogado y republicano federal, Francesc Layret, que después sería asesinado por los hombres del Sindicato Libre4:


Este Somatén tiene un carácter espacialmente de clase; no se admitió en él ni a un sólo obrero. No se invitó a los que figuraban en los partidos avanzados”.


Durante los días que duró la huelga general en Barcelona el Somaten actuó con contundencia. El que esta milicia fue una fuerza de primera magnitud en la respuesta que las clases dominantes dieron a la insubordinación obrera ya lo pusieron de manifiesto, en su día, fuentes obreras y testigos de todos los sectores sociales. El médico y político del PSOE, Ramon Pla y Armengol, acusó a Cambó “y a los suyos” de “ponerse el brazal somatenista, de empuñar el fusil y de salir a la calle a molestar a la gente y a oír misas de campaña”.5 Ahora bien, es interesante conocer la opinión de otros personajes ligados a la patronal:


La gente de orden de toda Cataluña ha despertado por fin de su letargo, pues vieron el peligro inmediato; los somatenes han desempeñado un gran papel y están decididos a no cejar en su empresa. El ejemplo lo han dado todas las clases sociales no escudándose nadie ni en ocupaciones ni edad.6


Todas las clases sociales han colaborado intensamente en tan patriótica obra. Precisaba, para hacerse cargo de ello, verlas a todas, día y noche, armadas en el Somatén. Los señores Ventosa, Cambó, Bertrán y Musitu, como otras personalidades hanse desvelado en todo; no hay que enumerar hechos y cosas. Ha habido episodios y actos que han puesto de relieve que no hay pánico ni miedo”.7


Dado que los sindicalistas habían amenazado diciendo que tomarían represalias, el 31 de marzo diversas Corporaciones económicas y culturales (Sociedad Económica de Amigos del País, Instituto Agrícola Catalán de Sant Isidro, Ateneo barcelonés, Cámara de Industria y Fomento del Trabajo Nacional), juntamente con Milans del Bosch enviaban un telegrama al liberal conde de Romanones, presidente del gobierno. Le solicitaban que las agresiones efectuadas contra los hombres del Somatén fueran juzgadas por el fuero militar.8 Al tiempo, Juan Gubert, presidente de la Cámara de Comercio, escribía también una nota a Romanones manifestándose en el mismo sentido.9 Cuando el político conservador, Antonio Maura, sucedió a Romanotes autorizó el fuero de guerra para cuando los somatenistas estuvieran en acto de servicio.10


La institución del Somatén no sólo subsistió bajo la dictadura del general Primo de Rivera, sino que se extendió a toda España. Fue disuelto en 1931 por la Segunda República Española, salvo en la época en que gobernaron las derechas, y restablecido bajo la dictadura franquista. La abolición definitiva se produjo en 1978 tras el restablecimiento de la democracia.


La Brigada Automovilística


Hay un hecho que parece introducir una novedad en la práctica habitual de la actuación somatenista. Es el siguiente: como un apéndice del cuerpo armado de las instituciones se creó una Brigada Automovilística integrada por chóferes y motoristas, a los que un dirigente de Somatén denomino como “obreros humildes”. Funcionó codo a codo con el Somatén proporcionando a este cuerpo una movilidad que probablemente le resultaría de una gran utilidad.11 Dada la escasa documentación que se ha podido obtener se desconoce si los hombres que componían esta Brigada llevaban o no armas reglamentarias en el momento de actuar como fuerza represiva. Lo que si se constata es que la burguesía utilizaba a unos obreros para enfrentarlos a otros obreros durante la huelga de “La Canadiense”.


La Brigada fue organizada por el somatenista Enrique Ráfols durante aquellos días de huelga.12Prestó ayuda a las autoridades para abastecer la ciudad y, a la vez, servicio al Somatén para “mantener el orden público”. Seguramente, no hay constancia de ello, el buen resultado de la agilidad de movimientos de aquellos hombres motorizados no tenía parangón en la historia de los conflictos acaecidos en la ciudad.


En la noche del sábado 12 de abril de aquel 1919, cinco días después de finalizada la huelga general, se celebró un banquete de “confraternidad somatenista” en el “Majestic Hotel Inglaterra”, un impresionante edificio neoclásico enclavado en el corazón de Barcelona, en pleno Paseo de Gracia, 69. Era uno -si no el mejor- de los más destacados hoteles existentes y el que ostentaba mayor historia y tradición de la ciudad.13


Era un día típico de primavera. Algunas nubes amenazaban lluvia y el aire era muy fresco, más bien frío. El portero del hotel fue recibiendo, con cara amable, al total de los 200 chóferes y motoristas que constituían la Brigada. Caminaban deprisa, porque temían que dentro del edificio ya estarían esperándoles los prohombres del Somatén. En efecto, allí estaban, sentados en los sillones de una gran sala. La mayoría eran militares de alta graduación. Lucían uniformes de militar y medallas conforme a su cargo. En general ostentaban enormes bigotes. El Comandante General de los Somatenes armados de Cataluña, Pedro Cavanna Sanz, sostenía en su mano derecha una copa de licor y charlaba animadamente con su ayudante de campo, el Comandante Luís Trucharte. Radiantes, se felicitaban por el trabajo realizado durante el conflicto. El Secretario de la Institución, el Capitán Antonio Vidal, era el único que permanecía de pie, un poco separado del resto dado que deseaba estudiar atentamente, desde algo lejos, a los allí reunidos. El vocal de la Comisión Organizadora era un civil: el barón de Güell, que lucía una espesa barba.14 El barón no podía ocultar sus aires de superioridad. Él no era un militar, de acuerdo, pero tenía armas y, además, ostentaba un título nobiliario. Y eso, en aquella España, también era muy importante. Los cabos de partido, Eusebio Bertrand y Serra,15 Bertrán y Musitu,16 y el Subcabo, marqués de Villanueva y la Geltrú17 –hijo del marqués de Marianao-, también eran civiles. Por último, se encontraba presente el cabo de distrito denominado Tort.  Abrió el acto el general Cavanna. Ensalzó, primero, la actuación del Somatén. Después, pasó a mostrar agradecimiento a los chóferes y motoristas “(…) humildes y honrados obreros integrantes de dicha Brigada, hombres de corazón y buenos patriotas, decididos a inmolarse en nombre del orden social hoy minado por una lava anárquica que intenta corroerlo”.18


 Los Sindicatos Libres


Los Sindicatos Libres se dieron a conocer el 10 de octubre de 1919 en el Ateneo Obrero Legitimista ubicado  en  la  barriada de  Sants de  Barcelona. ​ Sus fundadores eran un grupo de jóvenes trabajadores y dependientes del comercio que formaban parte de los círculos jaimistas de la ciudad: Ramón Sales Amenós,19 Juan Laguía Literas,20 Ceferino Tarragó e Ignacio Jubert. Ocurrió en aquel otoño que siguió a un verano “caliente” y precedió al locaut que paralizó Barcelona entre el 3 de noviembre de 1919 y el 26 de enero de 1920. Ahora bien, como a menudo suele acontecer en el resbaladizo mundo de las organizaciones, el nuevo sindicato se había gestado meses atrás, concretamente a principios del 1919, poco antes de que estallase el conflicto de la huelga de “la Canadiense”. Casi en el mismo momento de  que en  la ciudad de Milán, con apenas unas docenas de presentes, un antiguo socialista, Benito Mussolini, fundaba el denominado Fascio di Combattimento. El promotor de los Libres fue el jefe del negociado de Asuntos Sociales del Gobierno Civil, delegado del Ministerio de Trabajo, el Comandante Bartolomé de Roselló.21 Es significativo que el impulso de esta organización fuera un hombre que ocupaba este cargo oficial, desde que tenía el control de los temas sociales; principalmente en el tema de la tramitación de las huelgas. Desde ese cargo podía controlar de cerca la actuación del movimiento sindical que estaba potenciando, evitando así que su actuación se le escapase de las manos; a la vez, dividía el movimiento obrero, provocando un cisma en el Sindicato Único (la CNT) al pasarse muchos afiliados a los Libres. No todos los obreros son revolucionarios; a menudo, lo que necesitan es un paraguas que les de cobijo.


En sus inicios, los afiliados a la nueva organización constituían un grupo minoritario: unos 2000 hombres. Hasta que se levantó el estado de guerra, el 3 de septiembre de 1919, actuaron con total impunidad. Finalizado éste, con la ciudad en manos de la autoridad civil, los Sindicatos Libres se dieron a conocer y entraron en la legalidad.


Ciertos sectores sociales soñaban con un fascismo que estaría asentado sobre unas bases ya organizadas previamente: en los Sindicatos Libres, “cuyo desarrollo no debe mirarse con indiferencia, pues adquiere arraigo y formado por el requeté, que no puede negarse que es valiente porque es irresponsable por menor de edad y por lo mismo es atrevido, es seguro que dará juego”. Estos grupos sociales pensaban que sería domesticable y se podría controlar. Fue bien significativo el viaje del secretario del Sindicato Libre, Juan Laguía Litera, a Italia después de la entrevista en París del pretendiente carlista al trono Jaime de Borbón y Borbón-Parma con sus prohombres de España y el senador fascista italiano que asesoraba al nuevo organismo. Fue durante esos días en los que se hablaba de la abdicación del pretendiente  Alfonso de Borbón cuando en los círculos jaimistas se decía que en cuanto estallase “la huelga del trono” iría él, el rey “esquirol” que tenían preparado. Estos grupos pretendían entronizar una monarquía tradicional en el seno de una sociedad organizada por los fascios, en la que el poder económico se controlaría mediante las Corporaciones profesionales.


Durante los primeros tiempos, en general, la patronal estuvo encantada con la actuación del nuevo sindicato. Por una parte, se mostraba agresivo con el anarcosindicalismo; por otra, era evidente que podría fraccionarlo. Ya que el Gobierno se negaba a implantar la sindicación obligatoria y única, en el fondo el corporativismo, que hiciera posible acabar con la CNT, el Libre podría dividirlo y neutralizarlo. Los empresarios daban facilidades de trabajo a los del Libre y les hacían servir como “esquiroles” en caso de huelgas. Pero conforme avanzaba el año 1920, tanto la patronal, como los activistas de la CNT, se fueron percatando del peligro que significaba el nuevo sindicato cuya fuerza habían despreciado los primeros días. Fue, sobre todo, a partir de la llegada de Martínez Anido al Gobierno Civil, en noviembre de 1920, cuando las cosas se pusieron totalmente en contra de los anarcosindcalistas y a favor de los Libres. Nada más posesionarse Anido de su cargo, el comandante Roselló, protegido y alentado por la Federación Patronal, le explicó un plan para acabar con el Único, que consistía en combatirlo con sus propias armas y proteger así al Libre.  Los hombres que estaban al frente del los Libres, de acuerdo con los patronos,  comenzaron a visitar las fábricas y talleres haciendo proselitismo. Éstos “influidos por el estado morboso que se dio al problema obrera se refugiaron en el sindicato que tenía menos peligro la totalidad de los obreros aunque muchos cotizaban para los dos”. De la fuerza que tomaba este nuevo grupo sindical como competidor del Único se hace patente el párrafo siguiente:


Dado que ambos bandos tienen indiscutible fuerza como políticos que son y como elementos económicos de carácter social que luchan, arrastran cada uno de ellos un núcleo importantísimo de inconscientes que son la masa anónima, compuesta de todo el pueblo, de lo que se llama opinión, que no opina, puesto que obedece sólo el impulso momentáneo, a la sugestión teatral sometida al efecto óptico y acústico, de sensación rápida inmediata y reflexión.22


A partir de mediados de 1921, una vez debilitados los Únicos por la represión de Martínez Anido, los Libres comenzaron a dar muestras de un espíritu reivindicativo y a dar muestras de una verborrea anticapitalista y de ruptura con el empresariado. La Federación tenía una estructura organizativa muy centralizada que le creaba problemas con los Libres, que gozaban de una gran autonomía.23En algunos conflictos, queriendo tratar por separado con algunas de las entidades de la Federación Patronal, los Libres de ciertos ramos no pudieron hacerlo, pues los empresarios les decían que tenían que entenderse con la central. Otro motivo de discusión provenía de la diferente visión que ambas organizaciones sobre el tipo de sindicación que habría de implantarse. Los Libres la querían múltiple, aunque fuese forzosa. Esta petición venía respaldada por el gobernador civil, Martínez Anido, quién se empeño, también con el consentimientos de los Libres, en que las relaciones de patronos y obreros comenzaran a llevarse a cabo por cauces armoniosos, proponiendo comisiones Mixtas y Comités Partidarios, lo que también molestaba a los patronos. Ya se ha puesto de manifiesto que la patronal demandaba una sindicación única y obligatoria, acabar así con las asociaciones patronales y obreras dispersas y formar un único Sindicato Vertical, donde estarían representados obreros y patronos conjuntamente. Otro punto de fricción entre la Federación Patronal y los Libres era la discusión sobre el contrato de trabajo. La patronal abogaba para que fuera individual, de cada patrón con su empleado, medida a la que se oponían los sindicalistas del Libre y también los del Único.


Las buenas relaciones de las Autoridades civiles con el nuevo sindicato se pusieron muchas veces de manifiesto. Cuando en el Parlamento español se planteó un debate acerca de la actuación de las autoridades barcelonesas, por la tristemente conocida como la “ley de fugas”, los líderes de los libres no tardaron en movilizarse, saliendo en defensa de sus protectores


En el natural desquiciamiento de la revuelta política española y con el afán de granjearse simpatías ausentes, se ha iniciado en el Parlamento por los que faltos de representación autorizada del proletariado (…).


Por eso nació el primer Sindicato Libre, por ello nosotros, trabajadores que estuvimos afiliados al Único, en un día de gloriosa dignidad de hombres libres, rompimos las amarras que nos sujetaban al mismo, aún sabiendo que nuestra vida podía ser ofrecida en holocausto de los ideales, por que un futuro íbamos a luchar. 24     


A partir de esa fecha, 1921, cuando contaban con una fuerza de unos cien mil afiliados, los Libres comenzaron a utilizar un lenguaje provocador contra la patronal. Esta agresividad verbal se ponía de manifiesto continuamente y cada vez los miembros de este sindicato se mostraban más arrogantes en sus declaraciones. La nota siguiente es bien elocuente:


La Corporación General de Trabajadores no ha reconocido ni reconocerá jamás a la Federación Patronal (…). Y a esos miles de obreros que nos hemos agrupado en una organización legal, para defender los derechos que nuestra condición de hombres y de ciudadanos nos otorga, se busca colocarlos al margen de la ley, por el solo hecho de no querer convertirse en servidores de unos hombres que ostentan el título de directores de la Federación Patronal. 25


Las provocaciones dirigidas a la patronal se fueron haciendo cada vez más patentes. La reacción no tardó en llegar. En el número de abril de 1922, desde la revista de la Federación Patronal, Producción, Tráfico y Consumo se volvía a insistir sobre la necesidad de establecer una sindicación única y obligatoria. Existía el temor de que los Libres se radicalizaran siguiendo el ejemplo del Único. El traspaso de los afiliados de un sindicato a otro era corriente y las bases son, sin duda, las que configuran las estrategias a seguir en la organización.


Por otra parte, el tema de la ordenación del futuro, vertebrada a través del sindicato, era el punto de coincidencia de muchos sectores sociales distintos: tanto los anarcosindicalistas, como la patronal, como los hombres del Libre pensaban en el Sindicato como el futuro sostén vertebrador de la sociedad y de ahí la lucha que se generó entre ambos sindicatos obreros por obtener la preponderancia. Desde el órgano de los Libres, Unión Obrera, a principios de 1922 se decía:


Yo afirmo que el Sindicato Libre ha de ser la piedra angular donde ha de descansar la nueva humanidad consciente y redimida”.


A finales de 1922, el levantamiento de las garantías constitucionales provocó un traspaso de cambio de obreros al sindicato Libre hacia el Único. Después de esta fuga, solamente el Sindicato de Cambio y Bolsa y el de los camareros quedaron integrados en los Libres; además, cuando uno de los sindicatos en pugna planteaba una huelga y la perdía, el contrario se nutría de los obreros del sindicato contrario. Eso había ocurrido, por ejemplo, en el sector de los barberos afiliados en su mayoría al Libre. Cuando el verano anterior el sector planteó una huelga que duró varias semanas, pero la perdieron, los barberos se pasaron a la CNT. Este conflicto sirvió de acicate para que la patronal siguiera con sus requisitorias antisindicales, como queda de manifiesto en las siguientes líneas:


Son hoy dos los sindicatos militantes, dos las fuerzas obreras ávidas de dominio que señalan por blanco de sus ataques a la burguesía y al capitalismo. En consecuencia al encontrarse el patrono en el punto en que convergen estas dos fuerzas en lucha su situación que es –permítasenos la frase gráfica- la de un ejército que se encontraba entre dos fuegos, se hace más difícil, más angustiosa e insostenible que lo fuera nunca. Porque en esta lucha feroz por la preponderancia a que se entregan los dos bandos, ha de ser el elemento patronal la victima propiciatoria.26


Por otro lado, el tema de la ordenación de la sociedad del futuro, vertebrada a través del Sindicato, era el punto de coincidencia de muchos sectores sociales distintos: tanto los anarcosindicalistas, como la patronal, como los Libres pensaban en el Sindicato como en el futuro sostén articulador de la sociedad y de ahí la lucha y la pugna que se fue generando entre ambos sindicatos obreros por obtener la prepotencia. A principios de 1922, desde el órgano de Los Libres, Unión Obrera, se decía lo siguiente:


“Yo afirmo que el Sindicato Libre ha de ser la piedra angular donde ha de descansar la nueva humanidad consciente y redimida”.27



Español: Presidentes de los Sindicatos Libres de Barcelona, 17 de Març 192.  La Acción 



 Algunos atentados cometidos por los Libres


A finales de 1922, Salvador Reventós era gobernador civil de Barcelona después de suceder en el cargo a Martínez Anido. Una tarde lluviosa y fría recibió una visita: Juan Laguía Literas, secretario de los Libres, y su presidente, Ramon Sales, acudían con el fin de entregarle una larga misiva. El tema central del encuentro era solicitar al gobernador que interviniese cerca del Ministerio del Interior en favor de sus compañeros presos. El contenido de la carta pone de manifiesto que los Libres parecían estar dispuestos a encauzar sus reivindicaciones dentro de la legalidad:


Hemos decidido, Excmo. Sr. Que acabe de una vez la captación de voluntades por el terror y los crímenes vulgares por el tino de la lucha social. Y aunque rechazamos toda intervención que de cerca o de lejos se parezca al trabajo de los confidentes y de los delatores, nos ofrecemos a cooperar en la persecución de tales delitos que nos deshonran a todos. Y preferimos hacer este ofrecimiento en público y de una manera solemne, a llegarnos luego con ofertas secretas que tienen el valor de ventas y traiciones. Excitaremos luego a todos los obreros a que por ciudadanía denuncien los malhechores y les imposibiliten la perpetración de la infamia. Exigimos, Excmo. Sr. Que en justa correspondencia a esta disposición de ánimo de los que firman para nuestras organizaciones, el Gobierno haga cumplir a la burguesía organizada y a los ejemplares de la fauna plutocrática que andan sueltos todos los compromisos a que vienen obligados (…).28


Existe una documentación que asegura que los atentados fueron obra de los pistoleros del Libre, en combinación, a menudo, con elementos policiales. Esta documentación se generó cuando se produjo el atentado contra el sindicalista del libre, Muñoz. Entonces el conde de Romanones, a la sazón presidente del gobierno, se interesó por la cuestión. Salió a la luz un personaje, apellidado Artigas, que todo indica que ocupaba algún cargo oficial. Artigas fue el encargado de poner a Romanones al corriente de los sucesos. Según la confidencia, la muerte de Muñoz había sido obra de los Libres como castigo porque éste había proclamado que, para los obreros, era importante estar sindicados en Único. Artigas afirmaba, también, que fueron los del Libre los que asesinaron al abogado y político republicano federal Francesc Layret y a Salvador Seguí, el “Noi del Sucre”, líder de la CNT. Según este confidente, el día del atentado perpetrado contra Seguí era sábado. Una hora antes del suceso la pareja de seguridad que hacía servicio donde ocurrió el hecho fue separada de allí, mandando a uno de los guardias al cine Monumental y al otro al Argentino. El lugar quedó desprotegido. No obstante, se sabía que Seguí tenía que pasar por allí, puesto que tenía que acudir al Sindicato de la Construcción de la CNT. En el mismo lugar donde antes estuviera la pareja de policías se produjo el asesinato. Según Artigas, en medios oficiales se culpaba del atentado a dos hijos de un tal Alvarado, que eran jaimistas, como coautores del hecho.



Artigas también ha dejado constancia del atentado dirigido contra otro dirigente confederal, Ángel Pestaña. A comienzos de 1923, Pestaña sufrió un segundo atentado (el primero lo había recibido el 25 de agosto de 1922) cuando colisionaron a la puerta del sindicato de la madera de la CNT él y unos compañeros con un grupo de pistoleros del Libre. Allí estarían los comisarios de policía Romero y Marín quienes estarían muy relacionados con los elementos del Libre que ejercían la violencia.29Respecto a las motivaciones que llevaron a estos pistoleros a ser los brazos ejecutores de los atentados perpetrados, tanto contra Seguí, como contra Pestaña, Artigas señalaba algo bastante incoherente: “que fueron de tipo material, pues los autores eran mercenarios y el dinero que recaudaban se usaba a través de seis mesas de juego abiertas para ese menester”.


Todo indica que el conde de Romanotes y el propio Artigas no tenían ningún interés en que estos atentado de sucediesen. Y, probablemente, también el Gobernador civil, Reventós, era contrario a ello. La cuestión es que la policía tenía sospechas de que iban a producirse estos atentados. A Pestaña se le había mandado unos cuantos agentes policiales encargados de su vigilancia personal, pero los rechazó alegando que tenía ya montado un servicio para su seguridad personal.30 Después de sufrir esta nueva agresión, y por recomendación de Romanones, Artigas se puso en contacto con Pestaña con el fin de tratar sobre el tema de los atentados. El líder anarquista señaló que era necesario que se llevase a cabo el traslado de la policía vinculada a los pistoleros, y que debería hacerse una revisión de las licencias sobre el uso de armas y recoger las de aquellos que se dedicasen profesionalmente al asesinato. Pestaña instaba a Artigas a que informase al conde de Romanones de que se encontraban en un plano desigual los obreros de ambos sindicatos, dada la protección que tenían los que militaban en el Libre. Pestaña les aplicaba el apelativo de terroristas.31


Para finalizar: Valoración del Somatén sobre la Huelga General


Pasada la huelga general, los somatenistas hicieron un balance de los acontecimientos. Destacaron dos aspectos: “la salvadora eficacia de los elementos militares” (se habían encargado de los servicios urbanos) y la reacción “la saludable actitud de defensa, el despertar del instinto de conservación manifestados en el concurso que los Somatenes prestaron voluntariamente a las autoridades tutelares de la ciudad”. En realidad, como señalaba el industrial Gual Villalba en sus memorias: “hice de Somatén porque no hubo fabricante, comerciante o quien tuviera algo que conservar que dejara de serlo”. Y Rosend Llates, músico y periodista, explicaba que él mismo, y su hermano, de 16 y 18 años respectivamente, se hicieron somatenistas.


Para los hombres del Somatén, la colaboración que los ciudadanos enrolados en la organización prestaron a la fuerza pública fue un hecho determinante para evitar que se produjeran actos de violencia. Señalaban que la huelga general fue una crisis “fuerte y pavorosa”, pero que, gracias a ellos, y al ejército, no hubo si un solo incidente vergonzoso. Ello justificaba que la institución siguiera en vigor puesto que Barcelona no poseía un servicio de policía capaz y disciplinado como el que había en Londres o París.


Por otra parte, la valoración que los hombres del Somatén hacían respecto a los culpables de los conflictos de la pasada huelga general era la siguiente: “los profesionales del terror y los vividores del desorden que nada tienen que ver con nuestros obreros”.32 Esta interpretación era la que una buena parte de la patronal venía argumentando desde finales del siglo XIX. No quería, o no podía admitir, que “sus obreros” fueran los causantes de los conflictos. En el fondo de la cuestión estaba el hecho de que su mentalidad paternalita les hacía pensar que si el sistema acababa con unos cuantos alborotadores los obreros se mostrarían como una masa “honrada y disciplinada”.


Notas 


1 Archivo de la Real Academia de la Historia. Fondos Romanones, “Carta de José Pallejá, secretario de  la Federación Patronal de Barcelona a Milans del Bosch, Capitán General de Cataluña”, 9 de abril de 1919, legajo 96, carpeta 38.


2 Camps y Olzinelles, Carlos de. Marqués de Camps (II). Gerona, 1860 – San Sebastián, 1939. Ingeniero de montes, político y escritor. Fue uno de los grandes propietarios agrarios catalanes de la época. Militó en el partido de Cánovas del Castillo, en el sector silvelista. Posteriormente se integró en la Lliga Regionalista, convirtiéndose en un estrecho colaborador de Francesc Cambó. Durante las dos primeras décadas del siglo XX fue repetidamente diputado —por Olot, Barcelona e Igualada— y senador por la Sociedad Económica de Amigos del País barcelonesa.


3 Nada más comenzado el conflicto de La Canadiense,  el Somatén comenzó a ampliarse. El marqués de Marianao pedía un cuerpo de Somatenes para Tortosa. Alfonso Sala lo reivindicaba para Sabadell. Los mayores contribuyentes de Castelltersol y Reus, apoyados por el conde Lavern y el marqués de Marianao, demandaban somatenes para aquellas zonas rurales. Paz y Tregua, marzo de 1919, pp. 1-2.


4 Aabd DE Santillán, Diego, Contribución a la historia del movimiento obrero español, México, Cajica, 1965, pp. 198-199.


5 Pla y Armengol, Impresiones, de la Huelga General de Barcelona del 24 d marzo al 7 de abril de 1919. Artículos (1920-1929). Imprenta Victoria. p. 57.


6 “Carta a Antonio Maura de su sobrino Miguel”, Barcelona, 12 de abril de 1919, legajo 225, archivo Antonio Maura.


7 “Carta de José Monegal a Antonio Maura, Barcelona, 16 de abril de 1919, Legajo 69, archivo Antonio Maura.


8 Acta del Fomento del Trabajo Nacional, Barcelona, 1 de abril de 1919, pp. 284-286.


9 Correspondencia de la Cámara de Comercio, Barcelona, expediente 3168-


10 Somatenes de Cataluña, 1919, legajo 263, archivo Maura.


11 Paz y Tregua, órgano del Somatén, abril, 1919, p. 2.


12 La Agencia de Aduanas de Enrique Ráfols estaba a nombre de “Sres. Enrique Ráfols y Cía.” y radicaba en la calle Dormitorio San Francisco, 25. Documento extraído de Memoria de la Sociedad Atracción de Forasteros.


13 En 1918 se trasladó de la calle Fontanella al Passeig de Gràcia. El nuevo establecimiento, con un total de 100 habitaciones, se convirtió en uno de los hoteles más prestigiosos y en el centro de la vida social, cultural y política de la ciudad, hospedando a personajes como la Reina María Cristina, Antonio Machado, García Lorca, Joan Miró o Renata Tebaldi. 


14 Santiago Güell y López (San Sebastián 1883 - Garraf 1954) fue un industrial y político español, hijo de Eusebio Güell y Bacigalupi y hermano de Eusebio Güell y López. En 1911 el rey Alfonso XII le había otorgado el título de barón de Güell. A pesar de ser cercano a la Liga Regionalista, en 1918 fue uno de los promotores de la Federación Monárquica Autonomista, con la que fue elegido diputado por el distrito de Arenys de Mar en las elecciones generales de 1920 y 1923.


15 Bertrand i Serra, Eusebi. Barcelona, 22.XII.1877 – 4.VI.1945. Industrial. Perteneció a la quinta generación de industriales algodoneros por parte materna y a la tercera por parte de padre. Eusebi Bertrand multiplicó el patrimonio industrial que recibió a la muerte de su padre. Sus dos centros fabriles estaban en Manresa —hilatura y tisaje— y Barcelona —acabados y estampados. Fue uno de los fundadores de la Lliga Regionalista. Diputado en las Cortes desde 1907 hasta 1923 por el distrito de Puigcerdà (Cerdanya). Apoyó el golpe de Estado del general Primo de Rivera, pero a partir de aquel momento se mantuvo al margen de la política.


16 Bertrán y Musitu, José. Montpellier (Francia), 2.II.1875 – Barcelona, 11.III.1957. Abogado y político. Miembro de una de las grandes familias de la sociedad. En 1899, formó parte de la Unión Regionalista, pero en el momento de la fundación de la Lliga Regionalista (1901) ingresó en sus filas. Bertrán y Musitu representó los sectores más conservadores y menos nacionalistas de la Lliga. Fue elegido diputado provincial por varios distritos.


17 Salvador Samá y Sarriera, (Viñols, 1885-Barcelona, 31 de diciembre de 1948), II marqués de Villanueva y Geltrú,​ III marqués de Marianao, Gentilhombre Grande de España. Fue senador por derecho propio desde 1898 y​ Alcalde de Barcelona entre diciembre de 1905 y septiembre de 1906 y entre diciembre de 1910 y mayo de 1911.


18 Paz y Tregua, órgano del Somatén, abril, 1919.


19 Se afilió al Sindicato Único Mercantil de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), pero por sus orígenes y por su ideología carlista,  pronto se separó de él. Miembro del Requeté y de la sección de acción política y social del centro carlista Crit de Pàtria (Grito de Patria), formó parte del sector más radical del tradicionalismo barcelonés influenciado por el semanario La Trinchera.


20 Literato, periodista y sindicalista. Militante carlista y cofundador de los Sindicatos Libres, ha sido calificado por Colin M. Winston como «el profeta de la violencia de los Libres».​ Fue arrestado en el Madrid republicano al inicio de la Guerra Civil y asesinado en lugar y fecha desconocidos.


21 Según comunicaba un tal Artigas a un amigo, después de efectuar unas pesquisas sobre los Libres por orden del conde Romanones, Legajo 70, carpeta 31. Archivo Romanones.


22 Carta sin encabezamiento ni firma legible. Barcelona, 5 de marzo de 1923. Legajo 70, carpeta 31. Archivo del conde Romanes.


23 “El Sindicato Libre, Revista Social, febrero, 1921.


24 “A la opinión pública” legajo 3163-68, Archivo de la Cámara de Comercio de Barcelona.


25 “Carta del Fomento del Trabajo Nacional”. “Los Sindicatos obreros y la patronal”, El Noticiero Universal, 1 de octubre de 1921.


26 “La situación de Barcelona”, Producción, Tráfico y Consumo, agosto, 1922.


27 Liberto de Esclavonia,  Unión Obrera, 14 de enero de 1922, p. 3. Eran redactores de esta revista Ramón Sales, Fernando Ors, Francisco Fresquet, Anselmo Roig, Jaime Fort y Juan Moros entre otros.


28 “Carta de Laguia y Sales al Gobernador, 22 de diciembre, 1922. Legajo 70. Archivo del Gobierno Civil de Barcelona.


29 “Carta de Julián? Artigas a Madrid”, legajo 70, carpeta 31. Archivo Romanones.


30 Idem.


31 Idem.


32 Idem.


Referencias


Referencias: este artículo se ha elaborado a partir de la tesis doctoral de la autora, Soledad Bengoechea, “Patronal catalana, Corporativismo y crisis política, 1991, 3 vols., vol. 2.

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